Estoy abriendo los ojos a la vida nuevamente, como todos los días, uno tras otro, inexorables y contundentes y, así entrecerrados y todavía nublados por el reciente despertar, veo que todo sigue igual: hay víctimas de la violencia en todas partes y la guerra sigue ahí, seguimos indiferentes como grupo al hambre y al dolor, me duele abrirlos a la realidad y descubrir que somos incapaces de cambiar las cosas, que todo seguirá igual.
Pero hoy hubo algo distinto, mientras despertaba escuché una voz en mi interior que me decía: “Hola, sé que como siempre te preguntas porque permito que pasen éstas cosas, créeme estoy muy triste de ver la situación que vives, me gustaría que todos en el mundo tuvieran algo que llevarse a la boca, que no hubiera niños sufriendo guerras, ni víctimas de los vicios y la drogadicción, que no tuvieras que ver al perro abandonado de la esquina ni al político corrupto que estrena casa, yate y esposa (como cada sexenio), me gustaría que no tuvieras que ver todo ese dolor, esa injusticia y esa corrupción. Créeme cada día me pregunto, al igual que muchos padres: ¿Qué fue lo que hice mal, dónde erré el camino, porque mis hijos no hacen lo correcto?”
“En muchas ocasiones me digo, quizá debí empezar desde cero, son mala simiente: abusan del débil, explotan al pobre, atesoran centavos que no podrán llevar a ningún lado, ¿qué no se percatan de que su paso por aquí no es más que temporal? Y he estado a punto de borrarlo todo, hay días que pese a mi infinita bondad me siento derrotado y ¿sabes? Yo no tengo a quién orarle; pero entonces igual que tú, abro más mis ojos y veo en una esquina del mundo a la Madre Teresa, un poco más allá a todos los que trabajan día a día por ofrecer una vida decente a prostitutas, mendigos y drogadictos, veo a los maestros que día a día dan lo mejor de sí en un aula para sembrar el bienhacer en sus alumnos, veo a todos aquellos que no pueden permitir que un perro pase un día más en la calle, inclusive veo esos atisbos de bondad que tú no logras ver en maleantes, millonarios, indiferentes y mi corazón me dice que aún hay esperanza, que tienen que aprender a dominar sus pasiones, eliminar su codicia, desterrar la avaricia”.
“Te recuerdo que desde que estabas en el vientre de tu madre yo te amo y te conozco por tu nombre, tú tienes una misión… Espera… no, no busques una tarea suprema que todo mundo está esperando que alguien haga, no estás llamado a acabar con el hambre mundial, ni traer la paz global; quiero decir que te puse ahí para que hoy le des una torta a Everardo el mendigo de la esquina, que le ayude a despegarse las tripas de la espalda, estás ahí para dar una sonrisa al conductor del pesero que te lleva todos los días al trabajo y una palabra amable a la señora de los jugos, que sólo reciben tratos ásperos en su casa. Estás ahí, no para recibir un premio nobel de medicina, sino para acercar medicamentos a esa casa con niños VIH positivo que apenas sobrevive, tampoco vas a substituir a Brigite Bardot en la defensa de las focas, pero puedes hacer mucho por Solovino, ese perrito que todos patean al lado de la carnicería, no sabes cuánto desea un hogar, donde lo alimenten cuando menos una vez al día, pero sobre todo le den cariños y lo hagan sentir parte de un grupo”.
“Desconozco si estás dispuesto a aceptar tu misión, curiosamente cuando hice al hombre decidí dejarle la libertad de elegir, pero en caso de que lo hagas, quiero que sepas que no estás sólo, que Yo estoy siempre a tu lado, y que puedo ser soporte firme en esos momentos que más sientes que flaqueas, además pondré en tu camino a un montón de gente, algunos para ayudarte, otros para echarte porras y muchos más para que los convenzas, porque esos pequeños triunfos son los que alimentan tu vida”.
RECUERDA QUE TE AMO
TU PADRE AMOROSO.
PS: Casi nadie se siente en libertad de decirme Papá (Aba) pero no sabes cómo me gustaría escucharlo de tu boca.
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